¿Por qué obedecer(1)?
Vladimiro Mayakovski, el poeta revolucionario
La idea del genio nacional y la unión de la vida
del poeta con su obra son conceptos manejados por el romanticismo alemán.
Éstos han sido retomados más de un siglo después por
los gobiernos comunistas, y manipulados a su conveniencia de manera exhaustiva.
En Rusia, durante y después de la Revolución bolchevique,
el poeta debía ser más de lo que pregonaba el romanticismo.
Su obligación era difundir una nueva ideología, sembrar palabras
en un suelo fértil que la revolución había limpiado
con su hoz. Su misión era cultural, él era un apóstol.
Con mirada penetrante y el dedo dirigido hacia el pueblo, sus poderosas
palabras debían prometer un paraíso terrenal que estaba al
alcance de todos.
Europa, agobiada por la Primera Guerra Mundial, se encontraba en un ambiente bélico en el que la palabra "tolerancia" estaba escrita con minúscula. En Rusia, las ideas de Marx eran declamadas por Lenin con voz inquebrantable frente a una multitud subyugada. Vladimiro Mayakovski, en estas circunstancias históricas, ya era un hombre con un concepto de vida formado y principios firmes. Había nacido un 7 de julio de 1893 en el pequeño pueblo de Bagdadi (hoy Mayakovski), en el Cáucaso, en la República de Georgia. Su madre, Alejandra, se casó con un guardabosque y tuvo tres hijos. Su hermana Olga, fue la primera en llevar manifiestos políticos a la casa. La muerte del padre, la consecuente pobreza de la familia y su militancia política, definieron su más temprana adolescencia. Tres detenciones de la policía zarista y dos años de prisión por sus actividades revolucionarias, completaron sus dieciocho años.
En la cárcel escribió sus primeros poemas. La actitud
religiosa de los antiguos creyentes y el lenguaje de los cánticos
litúrgicos de la Iglesia ortodoxa, influyeron mucho en su poesía.
Es curioso observar esta temprana tendencia hacia el pasado y la tradición
en el mayor poeta futurista ruso. Empero, en 1911, inició sus actividades
literarias con el grupo de futuristas, constituido en Rusia tras la aparición
del manifiesto de Marinetti en Italia. En 1912, él mismo publicó
otro manifiesto intitulado Bofetada al gusto del público,
en el que ataca de manera violenta la generación anterior representada
por Pushkin, Dostoyevski, Tolstoi y otros, y propone una autosuficiencia
literaria presente, sin ninguna herencia estorbosa del pasado.
Les vuelve categóricamente la espalda a los antiguos cánones y sugiere formas e ideas nuevas. Los clisés debían de ser combatidos y reemplazados. El lenguaje utilizado hasta entonces en la literatura no sólo había que cambiarlo sino "odiarlo", y el nuevo vocabulario debía de ser ampliado con palabras "arbitrarias y derivadas".
A partir de 1918, la obra de Mayakovski estaba vinculada a la revolución,
que al principio coincidió con su propio concepto de libertad. En
un estilo glorificador de la Revolución bolchevique y de la labor
indispensable, benévola y constructiva del recién constituido
Partido Socialista escribió su poema dramático Misterio
bufo (1918). Siguió la línea dogmática y propagandística
en sus poemas: 150 millones (1920), Vladimiro Ilych Lenin (1924),
Está bien (1927). En estos poemas critica el mundo capitalista
occidental, prevee una nueva aurora que se vislumbra en el horizonte donde
la lucha de clases tendrá un fin glorioso y expresa su plena confianza
en el Partido Comunista:
El Partido,-
Cuando hablamos del término "poeta revolucionario", también
debemos pensar en algunos mitos modernos, como por ejemplo el del progreso
concebido como ruptura radical con la tradición, el mito de la acción
y el de la justicia impuesta por el hombre. El fenómeno de la vanguardia,
es decir, el giro brusco que dio el arte de este siglo con respeto al pasado,
es un fenómeno común. Lo que hace distinta la experiencia
vivida en Rusia es el hecho de que la revolución artística
tuvo lugar en circunstancias políticas igualmente únicas.
Estos hechos históricos nos permiten entender la experiencia política
y social, inédita hasta entonces, de los intelectuales rusos y nos
demuestra sus ideales distintos a los de las vanguardistas de los países
occidentales. A los pensadores rusos se les planteaba la posibilidad de
ofrecer una cristalización social concreta con respecto a las nuevas
ideas en el contexto de una profunda transformación revolucionaria.
Como rebelde que fue, Mayakovski demostró ciertas características
de los héroes. Contrario a los fatalistas, trató de forzar
el destino tanto en su escritura como en la vida real, porque pensó
que cualquier objetivo puede ser alcanzado, mientras se cuente con una
fuerza de voluntad inquebrantable. Las reglas están hechas para
ser cambiadas y los obstáculos para ser eliminados. El poeta comprometido
socialmente tenía prisa por llegar a un futuro con nuevos valores,
en el que ya no existiría la opresión, sino la igualdad,
y en el que a través de decisiones conjuntas se tomaran las riendas
del destino hacia la libertad.
Si en el poema Está bien, publicado después
de la revolución, expresó su fe en el porvenir y en los hombres
que dirigían a Rusia hacia un destino de gloria, poco antes de morir
escribió otro poema, antítesis del anterior, intitulado Está
mal, cuya publicación fue prohibida por Stalin. Marcó
su posición humanitarista en el poema El emperador, que apareció
por primera vez en el libro póstumo Algo nuevo sobre Mayakovski
(volumen editado por la Academia de las Ciencias de la URSS, en 1958).
Este poema niega toda la historia de la revolución comunista y es
como un amargo adiós del poeta a todas sus desengañadas creencias:
Mayakovski encerró todo el valor de la vida en un solo gesto. En su última voluntad nos pide no opinar de ninguna forma sobre la decisión de su muerte, que acelera con un tiro de pistola el 14 de abril de 1930. Pocos de sus contemporáneos respetaron esto. Trotsky lo juzgó como burgués que nunca aceptó la emancipación proletaria; los surrealistas, cambiaron el título de su manifiesto, de "La revolución surrealista", a "El Surrealismo al servicio de la revolución"; André Breton lo quiso restablecer como poeta en el artículo principal de este manifiesto; Roman Jakobson lo proclamó "el poeta de la modernidad"; Stalin, a pesar de haber prohibido la publicación de sus últimos poemas, lo llamó "el poeta más grande de nuestros tiempos". La versión oficial de su muerte tenía una clara connotación ideológica. Era un acto tan estrictamente personal, que nada tenía que ver con el Poeta Soviético de las Masas. El periodista Koltsov expresó la opinión pública: "Otra persona tiró del gatillo; alguien quien por equivocación aprovechó el estado mental debilitado del poeta, de la figura pública y del revolucionario"(8). El poeta revolucionario se convirtió en inmortal, en propiedad comunitaria, adquisición del Estado Socialista, en alguien quien no podía tener una personalidad privada sino al contrario sólo una imagen pública. El suicidio hubiera demostrado de manera abierta su oposición a los métodos stalinistas, los textos se podían censurar, no así un hecho real de sublevación. Boris Pasternak escribe en su Ensayo autobiográfico: "Me parece que Mayakovski se ha disparado un golpe por orgullo, porque alrededor suyo, él mismo había condenado algo, una cosa con la que su amor propio no podía resignarse". Este "algo" era el comunismo, el supremo ideal de su juventud futurista.
Pero más allá del futurismo y del comunismo, para Mayakovski
estaba la poesía. Con fuerza y vitalidad, sus ideas han demandado
un arte nuevo al servicio del hombre de acuerdo con la realidad histórica.
Trató de conciliar vanguardia artística y compromiso político,
de hallar un lenguaje que aunara modernidad y popularidad. Su estilo retórico
y el empleo furioso de la palabra le han dado una fama inmensa en Rusia.
Sus poemas eran como un Evangelio del movimiento revolucionario: en ellos,
atacó de manera frenética la burocracia del Partido y sus
inclinaciones capitalistas. Durante toda su vida ha sido un rebelde y un
enemigo de las tendencias conservadoras que esclavizan al hombre. La dignidad,
Mayakovski lo sabía, es lo más valioso que un hombre puede
tener. La obediencia ciega y el servilismo son términos totalitarios
y son propios de los sumisos, no de los seres pensantes. Su poesía,
como expresión atrevida y sincera de lo que sucedía en el
fondo de las almas rusas sedientas de justicia, torturadas por la política
de un régimen que arrastraba al país hacia el absolutismo,
lo postuló con mérito como maestro ideológico de los
jóvenes. Mayakovski, el revolucionario, marcó a las generaciones
venideras el camino hacia la independencia espiritual, les enseñó
a rechazar el yugo humillante que agrede la integridad de cualquier individuo,
a no obedecer ninguna imposición que limite su anhelo de ser libre.
NOTAS:
1 Mayakovski, Antología poética, Losada (Col. Biblioteca clásica y contemporánea), Buenos Aires, 1970, p. 163. (Traducción al español de Lila Guerrero)
2 "150.000.000", en Op. cit. p. 115.
3 "Vladimiro Illych Lenin", en Op. cit. p. 145.
6Vintila Horia, La rebeldía de los escritores soviéticos, Libros de bolsillo Rialp, Madrid, 1960, p. 115.
8 Svetlana Boym, Death in Quotation
Marks, Cultural Myths of the Modern Poet, Harvard University Press,
(Harvard Studies in Comparative Literature, no. 41), Cambridge, 1991, p.
152 (la traducción del inglés es mía).